Durante los últimos 2-3 años hemos vivido una especie de ‘fiebre’ de las apps para móviles. Desarrollar una app, de lo que fuera, parecía –y todavía parece– como un elemento obligatorio para el correcto desarrollo del branding de una empresa u organización.

Cuando la tienda de aplicaciones de Apple, la AppStore, inició su andadura hace unos pocos años, el negocio de vender aplicaciones de todo tipo a precios ‘populares’ y en un mercado global se antojaba como un negocio suculento. En sus inicios la AppStore se empezó a llenar tímidamente de todo tipo de apps sin demasiado criterio: por un lado aparecían auténticas obras de arte de la programación en forma de sofisticados juegos o utilidades de ofimática, mientras que por otro lado no eran menos los oportunistas que convertían una pequeña colección de imágenes JPEG reunidas a última hora en una supuesta guía turística por cuatro dólares (o euros), aprovechándose de la permisividad de Apple, en aquella época interesada en inflar el número de aplicaciones disponibles en su tienda.

Con el furor de los últimos dos años, todo el mundo se ha subido al carro de las apps, no solamente para AppStore si no también para Android, es decir para el Play Market. Esta fiebre ha producido algunas consecuencias curiosas que me gustaría destacar, a saber:

1) Sacar al mercado apps demasiado específicas: si bien hay apps para utilidades cívicas o sociales de lo más práctico (como la que permite renovar una zona de estacionamiento de pago sin tener que acudir al coche a una máquina en la calle), también es cierto que a menudo, con tal de aparentar modernidad algunas organizaciones sacan a la luz ‘con bombo y platillo’ apps tan específicas que bien podrían ser meros apartados de una app más genérica, como por ejemplo ésta que permite localizar las fuentes más cercanas. Seamos prácticos: es mucho más simple y deseable tener todos los puntos de interés (¡fuentes incluidas!) dentro de una única app de geolocalización urbana como Foursquare o el mismo Google Maps que tener nuestra pantalla de inicio atestada de apps diversas, una para localizar cada uno de ellos ¿no?

2) Devaluación de las apps por saturación: se estima que en Julio de 2009 había unas 65 000 aplicaciones en AppStore. En Noviembre de 2013 se estima que esta cifra ha superado el millón, cantidad similar a la que maneja la Play Store de Google (si bien con una calidad dispar). Es decir, el mercado está saturado y esto ha provocado que, entre otras cosas, siempre haya una app gratuita que compita con su equivalente de pago, aunque ésta última sea mejor.

Número de apps en el mercado de Android (Play Market) hasta Diciembre de 2013. (Fuente: Appbrain)


 La consecuencia directa es que el modelo de negocio basado en la venta de apps de pago –que se las prometía muy felices– está muerto, como sugieren las últimas estadísticas. En su lugar se está imponiendo un modelo llamado Freemium, consistente en el acceso gratuito a las apps y su posterior monetización mediante la compra por separada de complementos (las llamadas in-app purchases) o bien mediante publicidad adaptada dentro de la app.

3) Descenso de la visibilidad de la app en la tienda: al principio de la ‘fiebre del oro’ de las apps, no eran pocos los que confiaban en que bastaba con subir una aplicación a AppStore para que, por un mágico mecanismo de percolación ascendiera hasta el Top 10 o Top 50 de las más populares. Hoy en día, aun con un buen planteamiento de marketing por redes sociales, no es tarea fácil conseguir una tasa de descargas que garantice que nuestra app aparezca ni tan siquiera en el Top 100.

Teniendo en cuenta estos factores, y constatando que el consumo de información se hace cada vez más a través de dispositivos móviles (sobre todo smartphones) ¿qué futuro tienen las apps? ¿Es hora de pensar en lo que vendrá después? En ese caso ¿qué vendrá después?

Pues parece ser que será una vieja conocida, una superviviente veterana que parece que resiste a todas las modas: la Web. O la web evolucionada más bien. ¿En qué me baso para decir esto?

  • Exceptuando las aplicaciones más sofisticadas (videojuegos básicamente), ya son muchas las apps, sobre todo del tipo editorial o social, que están programadas en HTML5, el estándar multiplataforma de la web. Si una app no requiere de la máxima potencia de la CPU del dispositivo móvil, se puede evitar programar dos veces la misma app (con XCode y con Java) para iOS y Android si se desarrolla con tecnología HTML5.

  • Una web con diseño adaptable a pantallas móviles puede tener el mismo aspecto y funcionalidad que una app, y de paso librarse de las restricciones que supone depender de un mercado para su distribuciónEs decir, si planteamos nuestra app como una ‘Web App’, la experiencia de usuario será prácticamente la misma. Éste, en lugar de tener que descubrir nuestra app buscando en la AppStore o Play Market, entrará en una URL nuestra (a través de un código QR, por ejemplo) y podrá añadirla a la pantalla de inicio junto con el resto de apps. Con este método, al no tener que estar sujetos a ningún market, evitamos procesos de aprobación, gestión de certificados digitales, así como el problema de la actualización de las versiones. Con una webapp se puede conseguir que ésta se actualice sola y de forma silenciosa (sin que intervenga o interrumpa al usuario).

Por ejemplo, el otro día al intentar acceder a Facebook a través de su aplicación móvil en mi smartphone, ésta me obligaba a actualizarla antes de poder acceder. ¿Qué hice entonces? Pasar por alto este impedimento entrando a la versión móvil de la web de facebook, que supone una experiencia de usuario muy similar y ‘siempre está actualizada’. A partir de entonces he abandonado el acceso móvil mediante app y me he acostumbrado a tener siempre abierta una pestaña de m.facebook.com en mi navegador. ¡Es más usable!


o actualizas la app o nada…


  • Más que una app para cada utilidad específica, tiene más sentido desarrollar una web app con todos esos servicios centralizados en un interface simple y práctico

  • Desprendernos de la dependencia de los mercados hace que las webapps no se puedan monetizar directamente puesto que no existe ya ninguna barrera de pago para acceder a ellas. Pero, según lo visto anteriormente, éste ya no es el modelo de negocio que funciona de todos modos.


Algunos grandes medios de prensa como Financial Times vieron hace ya tiempo esto y se pasaron de forma decidida al formato de la WebApp como forma más sencilla de publicar sus contenidos digitalmente para tablets y basándolo en un negocio de suscripción donde no tengan forzosamente que entregar el 30% o 40% de sus beneficios a terceras partes (Apple o Google).

Aspecto de la web app del Financial Times en un tablet


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¡Te esperamos!
El futuro: ¿Apps o Web Apps?

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