¿Cómo eran los e-books hace 20 años?

El artículo de hoy va sobre arqueología del libro electrónico, y es que acabo de rescatar del archivo y del olvido un documento que encontré por casualidad en 1995, en la época de la conexión a internet con módems telefónicos de 28.8 kbps, y que, con la perspectiva que tenemos hoy en cuanto a la publicación digital se refiere, bien merece un análisis.

El documento arqueológico en cuestión se trata de un libro electrónico en toda regla. Y no de cualquier libro si no de la mismísima Biblia, con Antiguo Testamento incluido. Está en formato Archivo de Ayuda de Windows (HELP, extensión .hlp) y ocupa poco más de 5 MB de tamaño, ya que no contiene imágenes.



El hallazgo ha sido todo un ejercicio de poner a prueba la solidez de la tecnología de documentación digital. ¿Por qué?

Luego de 19 años, era un misterio saber si se podría recuperar la información. Una vez puesto a buen recaudo el fichero (que venía de un CD-ROM donde se grabó a su vez desde un diskette de 3.5″), habida cuenta que ya cuento no por años si no por meses el tiempo que me queda de disponer de computadoras con unidad óptica, había que ver si se podía abrir.

En primer lugar lógicamente abrí un ordenador con Windows 7 instalado. Al intentar abrir el documento, Windows me informa que es un formato de Ayuda antiguo y que no se puede abrir por defecto. Sin embargo, en lugar de dejarme tirado en la cuneta, el hipervínculo de «Resolución de Problemas» que tradicionalmente lleva a ninguna parte en Windows, ésta vez me condujo a una página dentro del website de Microsoft donde pude descargar una utilidad compatible para la lectura de archivos Help de Windows viejos.

Una vez descargada dicha utilidad, pude efectivamente abrir la Biblia. 

Obviamente es un formato austero, pero quizá nos sorprenda que, ni en tecnología ni prestaciones, está tan lejos de los e-books en formato EPUB que diariamente millones de personas leen en sus e-readers y tablets, a saber:

  • Es un formato autocontenido (no una carpeta con archivos dispersos)
  • Dispone de tabla de contenidos con hipervínculos que llevan a los diferentes capítulos
  • La página del TOC tiene un detalle: hay una imagen, una especie de logotipo que reza «El Autor» cuya maquetación es «responsive» 😉
  • La aplicación de lectura permite cambiar el tamaño del texto en reflujo.
  • Así mismo la aplicación de lectura dispone de un índice alfabético y de un potente buscador. 
  • Como el formato subyacente en el Help de Windows es HTML, el texto es accesible y admite formatos básico.

Siendo así, esta pieza de la arqueología e-book no tiene demasiado que envidiar a un libro electrónico de 2014. Donde sí queda muy patente la brecha generacional es en un detalle que en mi opinión no es menor: evidentemente no hay rastro del mundo 2.0: tomar notas, subrayar, compartir párrafos destacados en Facebook o Twitter, Recomendar, etc. Es 1995 todavía vivíamos esencialmente en un mundo desconectado, donde los libros, la comida, las vacaciones, etc. no se compartían casi en tiempo real con no se sabe muy bien quién ni cuántos. 

¿Nos permitía esa falta de distracciones disfrutar más de la lectura, y de todo en general? Dejo la pregunta en el aire…

P.D.: Como curiosidad final y premio al lector que haya llegado hasta aquí, comentar que el epílogo de esta curiosa edición de la Biblia era éste:




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