Aunque pueda sonar algo chocante, en mi opinión el mundo del libro electrónico –el «clásico» es decir el autocontenido en un solo documento EPUB o PDF, etc.– está algo estancado y padece de cierta ‘represión tecnológica’, o mejor dicho, sufre de falta de innovación, de auténtica innovación.  Quizá por ello el e-book está siendo esa ‘eterna joven promesa’, algo que no acaba de despegar de manera brillante, frente a otras formas de consumir información más sólidas y persistentes como es el caso de la Web (esa vieja tozuda que ha sobrevivido a todo y que sobrevivirá a las apps también).

Desde que irrumpieron en el mercado, los e-books se han abierto paso cómodamente debido a que los usuarios se han dado cuenta de las obvias ventajas y comodidades que conlleva (portabilidad, interactividad, coste, etc.) y por lo tanto han adoptado rápidamente la nueva tecnología.

Sin embargo, creo que nos hemos quedado ahí estancados en un modelo de producto que dista muy poco de ser una mera réplica en digital de un libro en papel. Es decir, en lugar de aprovechar las posibilidades que nos ofrecen los soportes digitales –el hardware– para literalmente reinventar el concepto de libro, se han desarrollado «nuevos productos viejos» asfixiados bajo el corsé del paradigma del libro de papel. Si bien tomarlo como referencia para evitar que un producto demasiado innovador o demasiado disruptivo fuera a fracasar, aferrarse a él creo que está siendo una equivocación.

Un ejemplo de ello podría ser el célebre efecto visual de «doblez de página» que tanto furor despertó hace algunos años cuando se empezó a implementar en la Web o en CD-ROM multimedia (usando tecnología Adobe Flash) y que posteriormente adoptó por ejemplo Apple en su app lectora de libros electrónicos iBooks. 

A día de hoy la razón y la cordura se va aposentando después de esa absurda fiebre inicial y ya hay bastante consenso en que dicho efecto visual no tiene sentido, y se va retirando progresivamente de las aplicaciones de lectura, aunque hay que decir que muchas lo mantienen como opcional, como por «vergüenza torera» de no querer ser el primer valiente en proscribir semejante horterada inane.

Los e-books siguen tozudamente pareciéndose a los libros en papel


Pero ése sería un ejemplo menor, a mi modo de ver.

Pensemos por un momento en un libro electrónico típico, un EPUB o un PDF. Por más multimedia o demás luces de colores que contenga, su estructura sigue siendo igual de rígida que la de un libro en papel: paginación, tabla de contenidos, lectura lineal, etc. En este punto alguien me podría replicar que los hipervínculos interactivos permiten romper eso y efectuar una lectura no lineal del libro, lo cual es cierto, pero hay que ir más allá. Bastante más allá. Y para ello tenemos que dejarnos de prejuicios, apartar de una dichosa vez la mirada del libro en papel y empezar a fijarnos en otros paradigmas. 

¿Cuáles? Adivinen…

El formato más extendido de libro electrónico es el formato EPUB. Dicho formato no fue una creación ex nihilo si no que está cimentado sobre los estándares de la web: el HTML (para estructurar los contenidos), el CSS (para darles formato), el Javascript (para la interactividad) y el XML (para los metadatos) y finalmente la compresión ZIP para agregarlo. 

En paralelo al desarrollo de este formato, la propia Web ha seguido evolucionando con la irrupción del HTML5 y todo lo que conlleva. Aunque parte de la innovación del HTML5 está presente en el EPUB 3, seguimos fabricando e-books que siguen el mismo paradigma y siguen adheridos al mismo esquema rígido que los libros en papel, en lugar de dar rienda suelta a todas las posibilidades que nos ofrece la tecnología. 

Un ejemplo muy simple: estos días estoy maquetando una memoria de un congreso, en formato digital y en papel. Es decir, el típico documento con una tabla de contenidos dividida en capítulos y luego en títulos de ponencias, un índice alfabético de autores al final, etc. 
Mientras hago el trabajo me surgen ideas en paralelo a cierta sensación de impotencia: ¿No sería ideal que el usuario pudiera elegir cómo está organizado el contenido del libro? Es decir, que pudiera, con un simple gesto, leer el libro dividido no en capítulos por ponencias, si no en ponencias agrupadas por autor, tema, etc. o al menos siquiera indexarlo de ese modo. 

Esta funcionalidad, simple de cara al usuario, es algo fácil de implementar por ejemplo en la Web, donde una petición al servidor resulta en una nueva consulta a una base de datos, que rápidamente dispone la información organizada según otros criterios y la envía para que sea presentada de otro modo. Esta agilidad y versatilidad en la manera de consumir contenidos de momento no solo no ha sido igualada por los libros electrónicos al uso si no que no tiene pinta de cambiar a corto plazo. Al adoptar las tecnologías que lo harían posible pero a la vez al seguir auto-limitándose a un formato secuencial, paginado e indexado estáticamente, parece que la única alternativa para poder fabricar contenidos que posean la agilidad que buscamos sea crear un aplicación o –cómo no– seguir bajo el fiable paragüas de la Web. 

Pero entonces ¿en qué lugar quedará el e-book? ¿Será barrido o asimilado por una persistente Web que cada vez más se amolda a lo que debería ser realmente un libro electrónico?


¿Qué opinión tenéis al respecto?
El estancamiento tecnológico del e-book

3 pensamientos en “El estancamiento tecnológico del e-book

  • julio 30, 2014 a las 4:51 pm
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    Creo, sinceramente, que en un medio largo plazo el e-book quedará relegado a un papel marginal a la hora de mostrar la información textual. Por dos razones: porque cada vez más existe una información no textual y la que queda, salvando la literaria, demanda tal participación, ubicuidad, hipertextualidad y convergencia multimedia que tan sólo queda algo parecido a una pantalla conectada a la Red y no un dispositivo dedicado. Por otro lado, a la hora de contar historias, incluidas esta vez las literarias, se van desarrollando experiencias donde la lectura ofrecida es mucho más fragmentada e hiperextensiva y que entran en contacto con los recursos de la oralidad perdidos con el libro y reencontrados con la interactividad digital; todo parece que se encamina hacia otro tipo de lectura de entretenimiento y arte a medio camino entre la inmersión del videojuego y la experiencia vicaria del relato impreso. Puestos a imaginar, imagino la ultima frontera del libro como destellos de información dispuestos a ser percibidos en cualquier superficie útil y esperando (como siempre) a que nuestra inteligencia, experiencia y destreza complete un todo único y personal para cada "texto"

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  • julio 30, 2014 a las 4:52 pm
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    Fantástico artículo. Un tema poco tratado, pero muy real y muy bien fundamentado por el autor. Sin duda nos estamos durmiendo en los laureles.

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  • agosto 1, 2014 a las 9:53 am
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    Excelente artículo. El tema del enriquecimiento de la lectura de un ebook tiene que dar un salto cualitativo (en el mundo anglosajón nos llevan varios años de ventaja) para que ese llamado cambio de paradigma de la lectura sea cierto. Los "nativos digitales" lo van a demandar —lo están demandando. Las revistas y cómics creo que van un paso por delante en lo que se refiere a la aplicación de la tecnología a la nueva lectura. Estamos en un momento muy interesante, pero también clave para desarrollar las nuevas herramientas que puedan implementarse en los ebooks.

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