Cuentos ilustrados interactivos: de la App al e-book

En los inicios de las tablets modernas, hará ya casi diez años, se produjo una explosión de creatividad y buenas intenciones en el mundo editorial: se soñaba con una revolución en las publicaciones, que pasarían a ser 100% digitales, 100% interactivas, y se llevarían bajo el brazo siempre con dichas tablets.

Con ese fin, se invirtió una gran cantidad de recursos en distribuir aplicaciones («apps») para estos dispositivos que fueran capaces de descargar y reproducir todo tipo de libros, prensa, revistas, etc. 

La realidad —más comercial que tecnológica— ha acabado siendo algo diferente y el panorama editorial digital ha sufrido desde entonces una serie de vaivenes hasta estabilizarse, si no estancarse, en la situación actual. 

Uno de los primeros segmentos del mercado en subirse al tren de las publicaciones interactivas fue el de los cuentos ilustrados, sobre todo (pero no siempre) infantiles. Fueron muchas las editoriales que lanzaron sugerentes productos en forma de «app», a precios a menudo inferiores a sus equivalentes en papel.

El problema era que el coste de desarrollar este tipo de aplicaciones no compensaba a los réditos de su comercialización. También a menudo había que reunir un equipo de profesionales entre ilustradores, escritores, programadores informáticos competentes, etc en proyectos que se demoraban incluso meses antes de salir al mercado, con periodos de amortización largos y poco rentables. Además, periódicamente había que actualizar dichas apps para estar al día con las sucesivas actualizaciones de los diferentes sistemas operativos (Android, iOS…)

¿El resultado? La inmensa mayoría de títulos de esta categoría en formato digital que podemos encontrar a día de hoy en los diferentes mercados (Google Play Books, Apple Books, Kobo y sobre todo, Amazon) no son interactivos, sino una mera réplica de un cuento ilustrado en papel. Una lástima.

¿Se trata entonces del final de un sueño? Para nada. Existen proyectos bien planteados que logran hacerse un hueco en el mercado digital. 

Por un lado, el cuento ilustrado en forma de app no está muerto. Simplemente, necesita un enfoque adecuado. Una buena inversión en desarrollo puede merecer la pena si el producto es genuino, original. Sería el caso, por ejemplo, de la app «Florence»: una historia ilustrada interactiva para adultos donde, la experiencia de lectura es una inmersión multimedia equilibrada, sin necesidad de ninguna extravagancia ni alarde tecnológico que aporten poco a la obra (como sucedía al inicio de esta fiebre). El resultado es un récord de descargas —de pago— en AppStore. Una ventana abierta a la rentabilidad.

Captura de pantallas de la app «Florence» para iPad

Y es ahí donde está la clave de la cuestión. Desde hace ya años, existe una tecnología poco explorada, los libros en formato EPUB3, que permiten que escritores, ilustradores y todo tipo de profesionales desarrollen cuentos interactivos sin necesidad de tener ningún tipo de conocimiento de programación; gracias a herramientas de software convencionales y visuales como es el caso de Adobe InDesign. 

Aquí podemos destacar el ejemplo del ilustrador zaragozano afincado en Barcelona David Maynar que está incorporando de manera exitosa al entorno digital sus obras ilustradas para niños. Al inicio, Maynar exploró la posibilidad de la publicación a través de las apps, con el lanzamiento de su app «Veo Veo» que salió a la luz únicamente para el iPad, y apoyándose en programadores. El balance de la experiencia fue más bien discreto.

Más adelante, se lanzó a ser su propia editorial digital, y en un tiempo récord ya dispone de un interesante pequeño catálogo de libros interactivos en formato EPUB3, que desarrolla de manera autónoma con Adobe InDesign; y gracias a la formación y asesoría que aportamos desde Publicar en Digital.

Detalle del e-book interactivo «Veo Veo» de David Maynar

La interactividad de dichos libros no es, quizá, espectacular, pero sí muy efectiva y perfectamente acorde con los contenidos. A cambio, al no tener que recurrir a otros profesionales ni tener que aprender tecnologías complicadas, el ritmo de producción es óptimo y de bajo coste. Además, al haber todavía pocos títulos en el mercado de este tipo, la posibilidad de destacar es elevada, ya que la gran mayoría de autores y editores no han dado este paso.

Es realmente asequible desarrollar un proyecto editorial interactivo serio y rentable, si se tienen los conocimientos adecuados y un objetivo claro. Más allá de Amazon (un páramo en este tipo de productos, por desgracia) existe un universo de posibilidades que permiten publicar rápida y facilmente e-books interactivos para smartphones y tablets (iOS o Android) e incluso para ordenadores (Windows o Mac) 

¿Te animas? Puedes empezar formándote con algunos de nuestros cursos online especializados!



Diseño adaptable de cartas de restaurantes (con código QR)

Las condiciones sanitarias y las normativas restrictivas impuestas a raíz de la pandemia de COVID-19 han afectado a casi todo el mundo y a casi todas las industrias. También al mundo de la maquetación y la publicación digital.

¿Por qué?

Para evitar contagios mediante traspaso de objetos que se manosean, las autoridades recomendaron a bares y restaurantes que abandonaran el uso de cartas en papel, plástico o cartón y que, en su lugar, facilitara a los clientes cartas y menús en formato digital.

El protocolo adoptado casi de inmediato fue el más rápido: subir a la nube el documento PDF de la carta impresa e imprimir en lugares visibles, o en cada mesa, un código QR con la URL a dicho documento.
Entonces, cada cliente podría, con su smartphone y una sencilla app de captura de este tipo de códigos, tener en su pantalla la carta y consultarla individualmente.

Ejemplo de bar equipado con avisos de códigos QR para descargar el menú


No sé cuál habrá sido vuestra experiencia personal con esta técnica. En la mayoría de ocasiones la mía ha sido incómoda. He visto que muchos bares y restaurantes se limitaron a poner el PDF de la carta impresa en un Google Drive, un Dropbox o similar y poco más. Al acceder a la URL capturada, por lo general mi experiencia se podría resumir en la siguiente imagen ?

Y no solamente debido a mi incipiente presbicia. 
Lo habitual es que los dispositivos móviles traten a los archivos PDF como si fuesen imágenes, por lo que leer una página de un PDF pensado para ser impreso en un formato A4 o superior, maquetado a varias columnas y con una letra cuyo tamaño nominal ronde los 12pt se convierte en una tarea ardua y en general bastante incómoda. Supongo que no ando muy desencaminado si afirmo que este fenómeno se traducirá en multitud de cancelaciones de pedidos debido al desánimo de la clientela…
Una carta en PDF o similar (imagen) a partir de la que se tenía en papel,
es algo incómodo para los clientes y usuarios de un restaurante…

Lo óptimo sería que el documento al que se accede online fruto de escanear el código QR fuera algo fácilmente legible por parte del usuario, pero eso en general no está sucediendo así que ¿qué solución le podemos dar?
La gran mayoría de bares y restaurantes tienen acceso al último (re)diseño que les hicieron de su carta, ya sea para ser impresa en formato díptico, tríptico o como un sobremantel de papel.
Probablemente guarden todavía contacto con el estudio de diseño que les elaboró la carta, que quizá haya sido maquetada con Adobe InDesign (la aplicación por antonomasia en el mundo de la maquetación editorial). 
Actualmente, un recurso muy práctico y muy sencillo —no están los tiempos como para ponerse a hacer grandes inversiones en remedios de urgencia— que dispone InDesign es la opción de Publish Online, que permite subir a la nube de adobe una versión en formato HTML5 de cualquier documento.
Éste podría ser un parche más que un remedio, ya que ese documento HTML5, esa carta web, es de maquetación rígida y no adaptable, es decir, no es responsive. Por lo tanto, tendríamos un problema muy similar al que tenemos con los PDF.
Es por eso que, pensando en los sufridos restauradores, maquetadores y clientes, he decidido ofrecer una solución bastante rápida y eficaz basada en los diseños existentes: implementar un flujo de trabajo en pocos pasos, sin necesidad de programar (ni saber programar) para que esas cartas que están en formato InDesign puedan tener una nueva y flamante vida en HTML responsive, de manera que en muy poco tiempo los bares puedan disponer de una nueva URL con su código QR con una carta cómoda y legible sin necesidad de tener que invertir casi nada (salvo en la reimpresión de los códigos QR).
Este flujo de trabajo que he creado lo explico en mi taller online específico «Traducción rápida a página web responsive de una maquetación rígida en InDesign».
En él aprenderás a aprovechar tus actuales maquetaciones pensadas para papel en un producto digital equivalente que conserve todos sus contenidos, pero con un diseño fluido y adaptable, como puedes ver en este vídeo promocional:

Los puntos que tocaremos en este taller de una sesión online de 1.5 horas son los siguientes:
  • El problema de la lectura de PDFs en pantallas pequeñas

  • Qué es y cómo funciona el diseño web responsive
  • La correspondencia de estilos de InDesign en estilos CSS
  • Cómo etiquetar correctamente los elementos en InDesign
  • Exportación HTML desde Adobe InDesign
  • Usar la hoja de estilos específica para cartas de restaurantes
  • Testear el resultado en diversas pantallas móviles
La próxima sesión será el martes 8 de Septiembre de 2020, de 18:00 a 19:30 h (horario CET) y su coste es de 29€
Para más información o pre-inscripciones, puedes usar el siguiente formulario:

Taller online: Nuevas formas de publicación digital

Los libros electrónicos (e-books) siguen siendo el principal producto de la edición digital, pero los nuevos tiempos han traído nuevos formatos de publicación, que lejos de sustuir, añaden valor a la industria. Las redes sociales son ahora el lugar clave donde los usuarios y lectores potenciales invierten gran parte del tiempo de consumo de contenidos. Lejos de ser un medio banal, en dichas redes se pueden desarrollar productos muy interesantes que sirvan de motor y soporte a nuestros proyectos editoriales.

Para profundizar en detalle en estos nuevos medios, hemos armado con ilusión este nuevo taller online, donde podrás aprender los entresijos de algunas formas novedosas de difusión de contenidos interactivos, a través de redes como Medium, Instagram o Twitter.


Temario

  1. Cómo usar las «historias» de Instagram como medio
    1. Exportación desde Adobe InDesign en forma de páginas-imagen
    2. Cómo se publica una Story en Instagram
    3. Cómo añadir animaciones personalizadas desde Adobe Photoshop
    4. Añadir widgets interactivos y enlaces a URL
    5. Analizar el impacto de una historia
    6. Cómo hacer que una historia sea permanente
    7. Otras herramientas de publicación de uso comercial (catálogos)
  2. Los hilos de Twitter
    1. En qué consiste la narrativa en forma de «hilos»
    2. Cómo crear y gestionar una publicación en forma de hilos de tweets
    3. Insertar elementos multimedia e interactivos
    4. Analizar el impacto de un hilo
  3. Medium
    1. Cómo crear y editar artículos en Medium
    2. Cómo armar una publicación a partir de diversos contenidos y autores
    3. El método de monetización de Medium a partir del paywall
  4. Adobe InDesign y publicación web
    1. Capacidades interactivas y multimedia de InDesign compatibles con HTML5
    2. Publish online. Ventajas e inconvenientes.
    3. Exportación propietaria en HTML5 con el plug-in in5 de Ajar.

Este taller tendrá el formato de un único webinar de 2 horas de duración, a través de Adobe Connect.

Fecha y horario: jueves 10 de Septiembre de 2020, de 18 a 20 horas (horario CET, 12 horas ARG, 11 horas MEX) 
Precio: 29€ (a través de paypal o tarjeta débito o crédito)
Más información y pre-inscripciones:

Nuevos formatos de publicación digital. (parte 1: publicar en redes sociales)

El mundo de la edición y publicación en formatos digitales ha pasado por diversos estadios de evolución. 

Al inicio, se trataba de vender ficheros (PDF, EPUB) con contenidos muy elementales (texto, algún gráfico) y que eran una copia más o menos fidedigna de un producto que siempre existía antes en papel, en forma de libro o prensa. Estos archivos se vendían protegidos con DRM a través de algún portal web como Amazon o La Casa del Libro, se compraban y descargaban desde un ordenador, que se encargaba luego de transferirlo al dispositivo portátil lector; típicamente un e-reader de tinta electrónica, pero también, y cada vez más, smartphones y tablets.

Este modelo de negocio sigue vigente, aunque quizás de una forma más agónica de lo que sería deseable. Mientras tanto, se fueron desarrollando más modalidades de producir, distribuir y consumir contenidos en formato digital. 

Con el advenimiento de los poderosos tablets, la industria editorial, sobre todo la prensa, se aventuró en una serie de iniciativas que buscaban evolucionar hacia un nuevo producto 100% digital, con contenidos interactivos muy atractivos y un negocio basado en la suscripción y en las “apps”.

Una vez más, a pesar de que la combinación tecnológica era bastante adecuada, la lógica del mercado hizo naufragar casi todas estas iniciativas por ser poco rentables. El público empezó a emplear sus dispositivos móviles (smartphones y tablets) para navegar por la web y sobre todo y de forma paulatina, para pasar el tiempo interactuando con las principales redes sociales.

Los productos digitales inspirados en el pasado analógico, o sea, en una lectura pausada y sobre todo concentrada en un contenido exclusivo, perdían progresivamente adeptos.

A día de hoy, podemos decir que el mercado de edición, producción e impresión digital de contenidos ha quedado sintetizado en el siguiente reparto cualitativo:

  • Los e-books: libros electrónicos que siguen siendo mayoritariamente de narrativa (novelas, ensayos) que explotan muy poco las capacidades tecnológicas posibles, y cuyo mercado mayoritario sigue siendo Amazon gracias al boom de la autoedición. Amazon ofrece una plataforma algo espartana pero muy eficiente para quien desea, simplemente, publicar su manuscrito y poca cosa más. Las editoriales han acabado delegando las ventas de sus ebooks en formato EPUB a tres o cuatro grandes distribuidoras (la propia Amazon, Apple, Google o, al menos en España, La Casa del Libro o El Corte Inglés). Los e-books en formatos más avanzados y atractivos como el EPUB3 siguen, de momento, siendo un producto marginal o directamente desconocido.

  • La web: la gran superviviente y la gran triunfadora por resistencia de todo el universo de los contenidos digitales, es hoy la piedra angular que sostiene los pocos periódicos en papel que todavía se siguen editando e imprimiendo (bajo pérdidas), y que una vez más –y esta vez parece que será la definitiva– han apostado por las suscripciones y los “muros de pago” o paywalls para poder ser viables sin depender tanto de una publicidad que cada día se muestra menos efectiva.

  • Las “apps”: en su día fueron una pequeña revolución, sobre todo dentro del área de los cuentos infantiles. Una revolución que se topó con los palos en las ruedas que representaban las complejidades tecnológicas asociadas (costes elevados de producción, necesidad de actualizar las apps por requisitos técnicos, cuando el contenido era el mismo, etc.) Hoy en día las apps son sinónimo de videojuegos o aplicaciones específicas para el ocio y el entrenimiento, o para la fotografía y el dibujo. Ya no es el territorio favorito de las editoriales como podría serlo hace siete u ocho años.

  • Las redes sociales: son sin duda las que tienen la hegemonía en esta época. Es donde la mayoría de los usuarios que están mirando una pantalla pasan la mayor parte del tiempo. Son contenidos de libre acceso, adictivos y muy interactivos. Por eso, evolucionan muy rápidamente desde el punto de vista tecnológico. Este fenómeno ha dado pie al surgimiento de un cierto mercado de consumo de contenidos dentro de estas redes, desde el comercio hasta la literatura.

¿Qué podemos hacer, a día de hoy, para plantear una estrategia exitosa de publicación de contenidos editoriales en formato digital? ¿Qué formatos serían los más atractivos y con mayor alcance? ¿Qué funcionalidades ofrecen, y qué hándicaps llevan consigo?

Para tratar de contestar a estas preguntas, a lo largo de una serie de artículos (de los cuales éste es la primera parte) haremos un breve repaso a cuatro posibles flujos y entornos de trabajo más novedosos, analizando caso por caso cómo se diseñan, editan y publican los contenidos de nuevo cuño, que serán en el fondo los productos de siempre (libros, prensa) dentro del paradigma actual:

Publicar libros y catálogos en Instagram (o Twitter)

Aunque pueda parecer una frivolidad, la edición y publicación literaria o comercial en esta red social (una de las más populares) puede servir para obtener la repercusión necesaria entre una audiencia de potenciales compradores y lectores de otros soportes, digitales o no. Por otro lado, Instagram es una escaparate excelente para nuestros productos y un trampolín imprescindible para nuestros sitios web.

En el caso de los libros, un autor o una editorial pueden emplear varias de las funcionalidades que lleva consigo la app de Instagram para difundir sus obras o crear productos colaterales y animen a la comunidad de posibles lectores. Un ejemplo lo podríamos encontrar en las célebres Stories.  Inspiradas en su día en los efímeros vídeos cortos de Snapchat, las stories son colecciones de fotografías o pequeños clips de vídeo que se pueden adornar con texto sobreimpreso, “stickers”, animaciones en formato GIF y toda una gama de widgets interactivos elementales. 


Combinando dichos ingredientes de forma hábil, es posible conseguir experiencias literarias altamente interesantes para los lectores. Éstos pueden enriquecer su experiencia cotidiana (más o menos prosaica) de revisar las stories de su red de contactos con fragmentos de obras, microrrelatos, poesía, etc (en el caso de obras literarias) o pequeños catálogos o revistas.

Este formato, aparentemente ligero, permite conocer con precisión no sólo cuántos usuarios nos leen, sino quiénes son; así como hacer un seguimiento pormenorizado del engagement de dichos usuarios, y añadir fácilmente elementos interactivos para conocer su opinión, valoración o reacción a nuestro contenido.

He aquí un breve y sencillo ejemplo: Hace unas semanas, una nueva revista literaria me pidió que escribiera algo (un cuento, un poema…) para su edición semanal. En lugar de simplemente adjuntarles un manuscrito borrador, típicamente escrito en Word o similar; maqueté un microrrelato usando Adobe InDesign. Un pequeño cuento con su cubierta y sus páginas ajustadas para el tamaño específico que requiere Instagram Stories (Full HD, 1080×1920 px, vertical), donde un texto con la tipografía libremente escogida fluye por marcos de texto a lo largo de unas ocho páginas. Nada en absoluto complicado para cualquier usuario de esta aplicación, aunque no sea experimentado. 

Al final, desde InDesign es un proceso absolutamente fácil e inmediato exportar el archivo en los tres formatos que me interesaban: un PDF, un RTF sólo con el texto y una serie de imágenes en formato PNG o JPEG. Éstas últimas son las que empleo para, a través de la app de Instagram, crear una nueva Historia a partir de ellas, como si fueran una serie ordenada de fotografías. Como colofón, es posible añadir una “pantalla” o página más a esta historia donde podemos interactuar con los lectores preguntándoles, por ejemplo, su grado de satisfacción con el relato. 


El microrrelato maquetado en InDesign (arriba) y el resultado final
 en forma de «story» de Instagram (abajo)



Aunque inicialmente estas historias sólo tienen una vigencia online de 24 horas, es posible archivarlas definitivamente en nuestro perfil a modo de Historias Destacadas, de modo que se pueden acumular como una suerte de catálogo consultable. Eso sí, sin poder reeditar las interacciones en su interior. 

En la siguiente imagen se puede comprobar la progresión de las lecturas de cada una de las páginas de este microrrelato, junto con el resultado de sus valoraciones. Una práctica herramienta de márketing y exploración para las editoriales o los autores.




Este formato, sin ser demasiado sofisticado (no se pueden hacer búsquedas ni organizar librerías completas) permite disponer de una presencia y visibilidad online idóneas, en un escenario donde la gran mayoría de usuarios ya emplea su tiempo ante la pantalla consultando ésta u otras redes sociales, y mucho menos en entrar a propósito en sitios web a “explorar”.

Además, Instagram tiene más funcionalidades de las que aparentemente pudiera parecer. Con una cuenta tipo “business” (es un trámite trivial) es posible añadir enlaces a páginas web concretas. En el ejemplo explicado, se podría redirigir al lector, todavía “en caliente” a la URL donde puede adquirir el e-book o libro físico con todos los relatos del autor. Además, se pueden intercalar las páginas de lectura, que son simples imágenes, con pequeños clips de vídeo para implementar una narrativa transmedial. También es posible añadir animaciones en formato GIF que hayan sido creadas al uso por nosotros. 

En el caso de publicaciones comerciales, se puede añadir una pestaña de Tienda donde colocar fichas de productos, junto con su precio y un botón de compra directa. 

Obviamente, Instagram difícilmente puede considerarse como una plataforma de publicación y lectura por si sola, pero sí puede convertirse en una óptima herramienta de difusión de nuestros productos editoriales así como de adquisición de conocimiento por parte de clientes potenciales o consolidados. 

Una alternativa a la red social de Instagram podría ser otra tan popular como es Twitter. Esta red es conocida por haber inventado (no ella en sí, sus usuarios) una suerte de nuevo “género literario”: los llamados Hilos.

Debido a la brevedad de las publicaciones en Twitter (a penas 280 caracteres de texto acompañados opcionalmente de algún pequeño vídeo o imagen), esta plataforma de microblogging es óptima para la transmisión en directo de noticias pero no tanto para la publicación de contenidos editoriales consistentes. Es por eso que, respondiendo al uso creativo que muchos usuarios hacían de ella, hilvanando tweets correlativamente para contar una historia, se procedió a modificar su interface de usuario para permitir escribir varios mensajes enlazados secuencialmente de una sola vez. Es decir, un “hilo”. 

Este sencillo cambio en la funcionalidad permitió convertir Twitter en una plataforma de publicación para escritores y periodistas, que empezaron a abandonar el vetusto concepto de Blog para empezar a escribir usando esta novedosa modalidad.


Los hilos son una forma muy versátil de publicar contenidos. A pesar de que se entienden como una lectura completa e independiente (una historia o un artículo con un inicio y un fin), lo cierto es que es un producto totalmente abierto. Uno puede empezar a redactar un hilo publicando varios tweets en una primera serie, a la vez, y proseguir al cabo de unas horas, días o incluso semanas.

Ando de vacaciones desde hace un par de días, en un hotel cerca de la playa. Iba todo bien hasta que han comenzado a suceder cosas raras. pic.twitter.com/6gd7Rqs6bL

— Manuel Bartual (@ManuelBartual) August 21, 2017

Ejemplo de un célebre hilo literario que fue un éxito en Twitter hace unos pocos años


Durante ese lapso de tiempo, otros usuarios pueden reaccionar, respondiendo al hilo o a un tweet específico de la serie, difundiéndolo o incluso incrustándolo en una publicación web. Además, es posible programar los tweets que alimentan un hilo progresivo, o añadir al final, o en cualquier punto, widgets interactivos similares a los que tiene Instagram como es el caso de encuestas. 

También al igual que sucede con Instagram, Twitter no es una plataforma integral per se para la publicación de contenidos digitales profesionales. Carece, por ejemplo, de algo tan crucial como un sistema de monetización propio de los mismos. Algo que sí tienen otras redes sociales como

Medium

Esta plataforma de contenidos, quizá menos conocida que las otras dos redes sociales, es la combinación equilibrada a medio camino entre dos productos: el blog y el tweet.

Ideada en principio como un gestor de contenidos para escritores, y con una filosofía más próxima a Twitter que a otra cosa, la idea de Medium era ofrecer un sistema realmente simple de publicación de artículos periodísticos bien curados, de lectura limpia y elegante, con pocas concesiones a la sofisticación barroca.
Los autores y editores que publican en Medium no pueden controlar en absoluto el diseño de sus artículos (cosa que sí es posible, con limitaciones, en un blog, o sin limitaciones en una web propia) en los que básicamente se puede añadir texto, imágenes, titulares, destacados, algunos elementos multimedia (como vídeos de Youtube) o incrustaciones genéricas de widgets HTML5 externos.

El punto novedoso de Medium estriba en su arquitectura flexible y modular. Cualquier autor o editor puede crear series de artículos –lo que sería el equivalente a los hilos de Twitter– además de publicaciones temáticas a partir de la agregación de diferentes artículos ya publicados por diversos autores. Los usuarios y lectores de Medium pueden suscribirse fácilmente a las actualizaciones de un autor específico, pero también pueden suscribirse a una de estas publicaciones o series.


Ejemplo de publicación en Medium, creada a partir de la
contribución de diversos autores, en forma de artículos



Pero el punto quizá más interesante de Medium es la posibilidad de monetizar los contenidos, mediante un sistema más similar a los paywall que tienen hoy en día la mayoría de cabeceras de prensa que a otros sistemas de monetización basados en publicidad, como el que pueda tener por ejemplo Youtube.

El objetivo de Medium es que sea una plataforma de lectura profesional, tanto para editores como para lectores. Los artículos pueden publicarse tanto en modo de libre acceso como de pago. El usuario registrado puede leer un número limitado de artículos de pago al mes, mientras que el suscriptor tiene acceso ilimitado.


Los autores y editores reciben un % de regalías en función de cuántos sucriptores leyeron artículos de pago. Esta combinación hace de Medium una plataforma factible para aquellas publicaciones pequeñas y medianas que no puedan permitirse implementar un paywall propio. Combinando contenidos de calidad gratuitos y de pago, este tipo de editores pueden tener acceso a la posibilidad de rentabilizar sus publicaciones online.

(próximamente: herramientas de transformación de maquetaciones de InDesign en contenido HTML5 interactivo)


iBooks Author ha muerto ¡Viva iBooks Author!

Tristes noticias.

Aunque se sospechaba desde hace ya algún tiempo, Apple ha confirmado a fecha de 11 de junio de 2020, que abandona el desarrollo de su herramienta iBooks Author, la aplicación nativa para MacOS que permitía maquetar libros interactivos para el iPad, iPhone y para el Mac.



iBooks Author había nacido casi de la mano del propio iPad, y se planteaba como una herramienta revolucionaria para, sobre todo, crear materiales docentes en forma de libros electrónicos que fueran mucho más allá de meros textos, imágenes y algunos links. Con una interfaz de usuario muy intuitiva (al estilo de todas las apps de MacOS), iBooks Author permitía maquetar libros electrónicos híbridos, que se podían leer tanto en horizontal (algo más parecido a una presentación tipo Keynote o PowerPoint) o en vertical como texto «corrido» al uso de los e-books tradicionales, acompañado de miniaturas al margen que se convertían en todo tipo de widgets interactivos.

Entre estos widgets se podían incluir pases de diapositivas, áreas de zoom comentadas, vídeo, audio, modelos 3D interactivos o, incluso, cualquier widget incrustado diseñado en HTML5. Todo un lujo de prestaciones que dejaba absolutamente atrás y en la lejanía a muchas de las herramientas competidoras (herramientas que, todo hay que decirlo, fueron discontinuadas en su día, como Adobe DPS).

Sin embargo el prometedor mercado que iban a ser los libros electrónicos «enriquecidos» con todo tipo de artilugios multimedia interactivos incrustados, no llegó a cuajar en un mercado más bien abúlico, donde los libros electrónicos no han hecho demasiada fortuna más allá de las novelas, los ensayos y algún cómic o cuento infantil.

Todo esto —supongo— ha llevado a Apple a retroceder y confiar en su suite de ofimática la elaboración de libros electrónicos para su plataforma de venta Apple Books (antigua iBookStore). 

En concreto, quienes deseen seguir maquetando libros en formato EPUB3 usando herramientas de Apple, deberán hacerlo usando Pages. Una herramienta que, sin desmerecerla, no sustituye ni de lejos a iBooks Author, ya que no permite incrustar todos esos maravillosos widgets interactivos que sí tiene iBooks Author.



En resumen, el panorama del libro electrónico suma un día sombrío más con esta pérdida. La idea romántica del libro digital como un baúl de los tesoros en una librería próspera se va diluyendo. Muchos proyectos interesantes e innovadores dentro de la industria educativa (y fuera de ella) se quedan un poquito más huérfanos hoy sin iBooks Author.


¿La alternativa? Abrazar el EPUB3, usando flujos de trabajo basados, por ejemplo, en Adobe InDesign CC.
¡Seguiremos informando!







Tamaños óptimos para publicar imágenes en Redes Sociales

El impacto de una publicación en una red social depende de muchos factores. Conseguir capturar la atención del usuario en una línea de tiempo cada vez más recargada de contenidos no es una tarea sencilla.

Aunque cada mensaje tiene su estilo y su vehículo para lograr su óptima difusión, se ha demostrado que los usuarios prestan más atención a las publicaciones con imágenes que a las publicaciones que únicamente contienen texto. 
Es por esto que recientemente Facebook incorporó la posibilidad de mostrar mensajes de texto cortos (tipo tweet) en forma de imagen con un fondo de color o de motivos. También han surgido herramientas online para la creación de fotomensajes como Adobe Spark o Crello.

Esto nos puede llevar a una escalada voraz por captar la atención mediante la ocupación masiva del espacio disponible en las líneas de tiempo de las redes sociales. ¿Dónde está el límite? ¿Puedo publicar una imagen de tamaño tal que acapare toda la página principal de una red social o incluso más allá, para ganar visibilidad?

Vamos a analizar cuál es la situación a día de hoy con respecto a este tema en tres redes sociales principales: Facebook, Twitter y LinkedIn.

FACEBOOK


Nuestras publicaciones en Facebook aparecerán en la zona denominada «noticias destacadas», que en la versión de escritorio es una columna de una anchura fija de 500 px:



Esto quiere decir que las imágenes que publiquemos se adaptarán a esta anchura, con independencia de su tamaño original. ¿Y en cuanto a la altura? Podríamos pensar que si creamos una imagen de 500px de anchura pero con una altura mucho mayor (800, 1000, 1500px o más) podríamos conseguir acaparar todo el espacio de la zona de noticias con una región muy larga donde colocar mucha información.

Pues bien, en ese caso, hemos de saber que Facebook trunca las imágenes a partir de 700px de altura, por lo que el tamaño máximo de una publicación con fotos es de 500×700 px (orientación vertical claro está). Más allá de esta medida, la anchura quedará ajustada a 500px y la altura quedará truncada a partes iguales por arriba y por abajo hasta medir como máximo 700px.

¿Qué sucede en la versión móvil? Aquí es algo más complejo. Pongamos como ejemplo la pantalla de un iPhone 6 standard. La resolución de pantalla de este smartphone es de 750×1334 px (vertical). Pero el navegador web (Safari) muestra los contenidos de las páginas usando un viewport de la mitad de tamaño, o sea 375×667 px. Esto significa que nuestra imagen máxima de 500×700 px en escritorio se traduciría en una imagen de 375×525 px, un 25% más pequeña, pero preservando la proporción, por lo que los contenidos mostrados en una imagen en la versión de escritorio no quedarían truncados en la versión móvil, solamente escalados.

TWITTER


El área de contenidos de la versión web de escritorio de Twitter, la llamada Línea de Tiempo (TL), es una columna cuya anchura es de 590px. Las imágenes publicadas se encajan en un cuadrado de 500×500 px, y cuando el usuario hace clic en la imagen del tweet, ésta se abre en su proporción original dentro de un lightbox a pantalla completa.



En la versión móvil, las imágenes del TL se encajan en un rectángulo de 300×170 px. Esto quiere decir que nuestras fotografías o gráficos que en la versión de escritorio eran cuadrados, se mostrarán truncadas a partes iguales por arriba y por abajo, y ajustadas en anchura. Al tocar en la imagen, ésta se muestra a pantalla completa con su proporción original y mostrando el 100% de la misma, añadiendo márgenes oscuros de lightbox si fuera necesario.



LINKEDIN


El área de noticias de la página principal de LinkedIn, en su versión de escritorio, tiene un anchura de 550px. Las imágenes publicadas se encajan a esta anchura en su totalidad, y la altura puede ser arbitraria hasta un máximo de 830px. A partir de ahí, la imagen queda recortada a partes iguales por arriba y por abajo.



En la versión móvil, las imágenes grandes se recomprimen y se recortan hasta una proporción de 2:3, por lo que si publicamos fotografías en vertical de gran tamaño con una proporción muy panorámica, el resultado será una imagen truncada por arriba y por abajo y bastante pixelada.

EN RESUMEN

El tamaño máximo (que no tiene por qué ser el óptimo!) para nuestras publicaciones en forma de imágenes en redes sociales sería:

Facebook: 500×700 px

Twitter: 500×500 px, con lo más relevante en un rectángulo central de 300×170 px

LinkedIn: 550×830 px.

A partir de aquí, escoge tu criterio para optimizar tus publicaciones. No siempre acaparar la mayor superficie garantiza la mejor difusión. Hay otros muchos factores. Eso sí, evita a ser posible el lenguaje clickbaiter 😉

Felices publicaciones digitales!


El futuro de la Prensa Digital (I)

Ya no es novedad ni noticia que las ventas de los diarios y revistas en papel han caído en picado en los últimos años, y que continúan haciéndolo. Hace poco pudimos contemplar la dramática última portada del diario The Independent.

Aspecto de la última portada del diario británico The Independent

Además de las decenas de referencias que podemos encontrar sobre el desplome en las ventas, podemos apreciarlo en nuestra experiencia cotidiana: ese vagón del tren donde antes reinaban los pliegos de los periódicos abiertos, ahora es un hervidero de viajeros pasmados frente a las pantallas de sus smartphones.

Los kioscos cierran sin traspasar el testigo a otro aventurado emprendedor, y los que sobreviven, van languideciendo. La prensa tradicional, basada en el papel, no es que esté en crisis, está en agonía irreversible. 

El quiosco de mi barrio lleva ya años en «Se Traspasa», sin éxito.
(foto: MilAnuncios.com)


Sin embargo, esto no quiere decir que la prensa en si esté herida de muerte, ni siquiera el periodismo (aunque este sería otro tema controvertido). Sigue existiendo la demanda de información, siguen habiendo lectores ávidos de conocer noticias, leer reportajes y consumir historias, datos y relatos. Está claro que el presente y el futuro de la prensa, como el del resto de productos basados en la información, es digital. Ahora bien ¿cuál es el futuro de la Prensa Digital? 


Hagamos un breve repaso de lo ocurrido hasta ahora.

Al principio, cuando todavía los diarios en papel eran el producto estrella, y las ventas y la publicidad gozaban de buena salud, lo digital era un subproducto derivado del papel. A partir de la edición impresa, se extraían titulares o noticias completas que alimentaban la página web asociada al diario, y poca cosa más. 

Entonces, la principal vía de lectura eran los ordenadores personales de sobremesa, y seguía siendo más sable consultar la prensa en formato papel. Sin embargo, al ofrecer la web la posibilidad de consultar los contenidos en abierto, no de un diario si no de todos aquellos que a uno se le antojara, empezó a ser más atractiva —y económica— la opción de consultar la prensa a través de los sitios web de los diarios. 

¿Tiene sentido una publicidad exterior de tu diario, maquetado para papel
 a varias columnas, enmarcado en un tablet?
(fotografía tomada en el exterior de la sede del diario El Día de Valladolid)

Éstos a su vez, optaron por ocultar la mayor parte de sus contenidos tras barreras de pago por suscripción, que no acabaron de funcionar, debido al temor a ser el primero y que los competidores aprovecharan para seguir ofreciendo contenidos en abierto y ganando lectores y popularidad, aunque fuera online, y ganar así rating e ingresos por publicidad digital. Así que tras una primera oleada de “candados”, la gran mayoría de cabeceras volvieron a ofrecer sus artículos en abierto, entregándose entonces a la publicidad en forma de banners de lo más variopinto para obtener ingresos.

Desaparece entonces el concepto de Edición (de la mañana, de la tarde) y aparece la Edición continua. Al no tener que depender de la rotativa, la prensa digital está constantemente actualizada, y las páginas web de los diarios se convierten en una suerte de teletipos en tiempo real que emite titulares dinámicos y donde los lectores acuden varias veces al día. La necesidad de consultar un diario en papel para estar informado se volatiliza paulatinamente. 

En estas circunstancias, entra en escena la crisis económica que socava los ingresos por publicidad de los diarios, y la aparición de un actor esperado: el tablet, en forma del iPad de Apple al principio. La lectura se hacía digital y móvil. 

Era la gran esperanza de la prensa digital, que veía cómo podía darle continuidad al formato tradicional, metiendo los contenidos en la pantalla de los tablets. De este modo, los lectores (y la publicidad, y las suscripciones, y los ingresos) migrarían del viscoso entorno de la web a unos relucientes periódicos digitales interactivos que harían volver al negocio a una nueva era de oro. 

Aparece entonces una plétora de apps “quiosco” que ofrecen los mismos contenidos que la prensa impresa (o a veces más contenido y mejorado) a cambio de un modelo de negocio que imita el tradicional: pago de suscripción mensual, anual o compra de ejemplares individuales. 

Aspecto tradicional de la aplicación «Newsstand» (Quiosco) de iOS de Apple.
(imagen: Adobe.com)

A pesar de que la aceptación de este producto no fue mala, y no son pocas las cabeceras que están presentes en las diferentes stores (AppStore, Play Store), las cifras de ventas y suscripciones distan mucho de ser las óptimas para dar rentabilidad a un producto digital que además ha de ser innovador e incorporar nuevos contenidos que son costosos de producir. El grueso de lectores sigue optando por consultar los contenidos en abierto de las páginas web de los diferentes periódicos, y declina realizar el esfuerzo de apuntarse a pagar por acceder al contenido en su tablet.

¿Qué hacer entonces? ¿Dónde está el fallo?


En mi opinión, la clave está en darse cuenta de cuáles son las costumbres asentadas de consumo por parte de los lectores. En concreto, reconocer cuáles son las vías por las que las noticias, y la información en general, llega hasta los usuarios. 

El lector digital ya no siente la necesidad de ser fiel a uno o más periódicos, si no que compara la misma noticia desde varias fuentes, ya que es extremadamente sencillo hacerlo. Por lo tanto, depositar una confianza más o menos ciega en invertir ni que sea 1€ en fijar la atención en lo que tiene que decirme un diario, y sin saber a priori qué me voy a encontrar dentro, deja de ser una opción. 

Por otro lado, la avalancha del Social Media ha cambiado por completo el escenario. Ahora, con casi todo el mundo pendiente de la pantalla de su smartphone o tablet a casi todas horas, en casa o en mitad de la calle, la información viene canalizada a través de los timelines de las diferentes redes: Twitter, Facebook, Instagram, Pinterest, etc. 

Es desde esos escaparates que se accede y se interactúa con las noticias, novedades, curiosidades, etc. Ya no existen unas pocas fuentes de información que la ofrecían de forma unidireccional hacia el consumidor. Ahora todo el mundo es lector y generador de noticias al mismo tiempo, y solamente aquellos pocos medios que lo presenten todo aglutinado de manera simple tendrán el beneficio de disponer del tiempo e interés del lector. Por lo tanto, es difícil que un solo diario o revista consiga ganar cuota de pantalla en el territorio del dispositivo personal de cada usuario.

Aspecto de la aplicación Apple News para el iPad
(fuente: TechoBuffalo)

En esta línea, en 2015 Apple al sacar el sistema operativo iOS 9 para sus dispositivos móviles, hizo una maniobra que puede ser un punto de inflexión: suprimió la app Quiosco (‘Newsstand’) que ofrecía un coto cerrado para aquellas apps de publicaciones periódicas y lo ha sustituido por una nueva app llamada Apple News (a día de hoy, solo disponible para los mercados anglosajones) que cambia radicalmente el modelo.

Apple News es una aplicación agregadora de noticias, como Google News, pero con un aspecto atractivo (tipo Flipboard) que suma la experiencia de la AppStore para intentar reimpulsar la prensa digital. 

El funcionamiento de Apple News es simple: es, literalmente, un mercado de noticias. Los diversos proveedores de información (diarios, revisas, agencias de noticias, etc.) elaboran sus notas de prensa en formato en bruto, sin añadir ningún tipo de diseño o maquetación más allá del etiquetado semántico de los contenidos y los metadatos.

Estas noticias en bruto se envían a Apple News, que las mostrará a los lectores de su aplicación en función de su perfil (intereses, localización geográfica, etc.) junto con publicidad contextual gestionada también por Apple, dentro de su programa iAd, pero donde el proveedor de noticias —de momento— recibirá el 100% de los ingresos del anunciante.

Es decir, se deja en manos de un solo actor (Apple) la distribución de los contenidos a través de una única aplicación, en lugar de que el usuario entre en un quiosco y elija qué aplicación descargar o a qué revista suscribirse. No es que las apps de este tipo dejen de existir, pero sí es un paso bastante firme hacia una adaptación de la prensa digital a las costumbres del lector. 

La mayoría de usuarios no emplean varias aplicaciones para informarse. Lo más habitual es usar alguna app que agregue noticias de múltiples fuentes (suscripciones a newsletters, feeds, o sobre todo Twitter) para obtener la información de primera mano y luego, en todo caso, acceder mediante un hipervínculo a la página de destino que contenga la información ampliada que nos interese.

En este contexto ¿cuál es el futuro esperable para la prensa digital? 

En mi opinión, centrarse más en el contenido que en el contenedor. De ahí que estemos viviendo ahora en la emergencia de una era dorada de las infografías interactivas y sobre todo de los gráficos en movimiento en forma de microcápsulas de vídeo y del inefable GIF animado. 

Hay muchas historias por contar y poco espacio-tiempo para mostrarlas, así que se impone empaquetar la información en un formato compacto y atractivo. Y sobre todo, bien posicionada mediante los metadatos, para tener la máxima repercusión. A fin de cuentas, la distribución de nuestras noticias, es decir, el camión transportista y el kiosco serán suplidos (si no lo han hecho ya) por un algoritmo.

Entrevista a Rosa Sala, de SeeBook

La industria de la edición digital está llena de actores de todo tipo y tamaño. Como todo lo relacionado con las Tecnologías de la Información, es un terreno bien abonado para la aparición de emprendedores y «start-ups» que exploten ideas innovadoras y disruptivas en un mercado que hasta hace poco se había resistido a la revolución digital.

Un de estos casos es el de Rosa Sala, fundadora de Digital Tangible, una empresa basada en Barcelona que se dedica a comercializar libros electrónicos que se pueden tocar, comprar en una tienda física, regalar e incluso dedicar y firmar. En este artículo entrevistamos a esta audaz e imaginativa emprendedora para que nos explica en detalle en qué consiste el concepto de SeeBook, así como nos aporte su perspectiva de este mundo de la publicación digital.

Ejemplo de colocación de los libros SeeBook en una librería física


En una frase: ¿en qué consistiría Seebook?

Seebook es un e-book que se puede tocar

¿Cómo y cuándo surgió la idea?

Surgió de mis reflexiones como autora. Mi vida anterior era de escritora, y cuando salieron mis primeros e-books (libros sin su “hermanito” en papel) y me di cuenta que era algo distinto. Y entre las cosas que echaba en falta en este nuevo universo digital era el poder firmar libros a mis lectores, poderlo vender in situ cuando daba alguna charla… y pensé que debería haber alguna forma de ligar ese e-book a un soporte físico. Así que después de comentarlo con mis socios, creamos una empresa, Digital Tangible, pensada para crear soportes físicos a productos digitales.

Ahora ya sin límite de espacio o tiempo: ¿nos puedes explicar cómo funciona Seebook?

Seebook e una tarjeta en forma de díptico que contiene en su interior los códigos necesarios para descargar un e-book. La forma más práctica es el código QR, aunque también existe la posibilidad de apuntar un código alfanumérico. Con dicho código, al entrar en nuestra web app, el lector elige el formato en el que desea el libro y a partir de ahí recibe un enlace de descarga en su correo electrónico. 
Los e-books que comercializamos no tienen un DRM convencional, si no lo que se suele llamar con un “DRM social” que es básicamente una marca de agua en las páginas del libro.

¿En qué lugares puede encontrar un lector los libros Seebook?

Actualmente, en más de 150 librerías de toda España, en una librería italiana y esperamos que muy pronto también en Foyles, en Londres, además de en nuestra tienda online.

Un e-book convertido en una postal que se puede regalar y dedicar


¿Trabajáis con editoriales grandes, pequeñas o con autores independientes?

Con todo tipo de editoriales y autores, pero tratando de equilibrar las proporciones. Sobre todo, por lo que respecta a autores independientes. Para muchos autores, su gran sueño es ver su libro en librerías. En algunos casos —pocos— los aceptamos. Pero muchas librerías nos acabarían rechazando si el porcentaje de autores independientes o desconocidos fuera elevado. De todos modos, para este tipo de autores tenemos otra línea, llamada Seebook Indie.

Seebook Indie es un producto muy similar, pero usando un código de descarga único, ya que se enfoca más a la difusión de una obra que a su venta en una red de distribución. Con Seebook Indie los autores pueden regalar sus libros (o venderlos por su cuenta), firmar y dedicar los e-books, además de acceder a una serie de estadísticas de descargas para poder estar en contacto con sus lectores.

A día de hoy, ¿cuál ha sido el grado de penetración de Seebook en el mercado?

Seebook es un producto joven (menos de un año).
Aun así, está empezando a “sonar” que Seebook es una alternativa para conseguir un e-book físico, que sirva de recordatorio y sobre todo que se pueda regalar.


SeeBook está presente en numerosas bibliotecas públicas como

complemento a la oferta de libros en papel



¿Crees que esta solución es algo interino en lo que todos lectores son digitales, o puede tener más recorrido?

Yo creo que puede ir más allá. Es cierto que ahora tiene una función de “producto puente” conveniente, en la medida que se vende en las librerías donde se venden libros en papel. 
No obstante, el hecho de poder trazar las descargas y hacer informes sobre ellos, añadir materiales extra, etc. hace que esta fórmula tenga sentido en otros ámbitos más allá del libro. 

¿Qué futuro le ves a la Publicación Digital en España y en el resto del mundo?

Yo creo que tiene todo el futuro, es el futuro. 

Si hay algún autor o editor escéptico, se trata que acepte que todo se digitaliza. Hoy en día el mundo es impensable sin lo digital. Los contenidos crecen a una velocidad de vértigo. Es algo imperativo estar ahí. 

Quizá el e-book como simple réplica de un libro en papel no tenga tanto recorrido, pero sí el e-book en combinación con otros medios de comunicación digitales vinculados a ese contenido. 

¿Crees que hay otro tipo de productos susceptibles de ser “Digitales Tangibles”?


Así es. Puede ser desde cursos, o catálogos de empresa. Tenemos otra línea llamada AvantBook pensada para esas empresas que se gastan una fortuna en catálogos impresos para repartir en ferias sin saber si acabarán en la papelera más próxima. Si en lugar de esos catálogos repartieran tarjetas con la tecnología de Seebook que permitiera descargar los catálogos por líneas de producto por separado, las empresas podrían saber qué interés han suscitado esas gamas de productos en los visitantes, ahorrando en costes y obteniendo un volumen impresionante de datos.

Rosa Sala.

Las publicaciones digitales y el contenido volátil

Hace casi un año publicaba un artículo titulado «¿Qué debería ser un e-book?» donde exponía los pros y contras de las nuevas tecnologías aplicadas a la edición de libros.

Hoy quisiera extender dicho artículo enfocándolo de una manera algo distinta, haciendo la pregunta en sentido inverso: «¿Qué no debería ser una publicación digital?».

En los trabajos de diseño y maquetación de publicaciones digitales en los que me he visto inmerso he visto una tendencia más o menos generalizada. El cliente final entiende que su publicación digital debe ser algo como la suma de una revista en papel + un DVD-ROM interactivo. Esta idea anclada en los medios clásicos acaba desembocando en un punto que no es nada cómodo ni para los maquetadores, ni para los desarrolladores, ni para los pobres dispositivos que tienen que sostener estos productos.



Y es que una publicación digital no debería ser un vertedero de contenidos.


Ya sea una revista, un catálogo, una memoria… existe la tendencia a preñar la publicación digital con vídeos HD, infinidad de galerías de fotos, etc. 

Creo que esto es un error. Entiendo que los autores o editores de la publicación les haga ilusión enseñar su producto que permite en pocas páginas darse un baño de contenido multimedia, pero en mi opinión es una estrategia que choca con muchas cosas, entre ellas, el Sentido Común.

Para empezar, los dispositivos móviles (tablets, smartphones) a pesar que han aumentado significativamente su capacidad en los últimos años, siguen siendo pequeños ordenadores a pilas, con una potencia de cómputo menor al de un ordenador de escritorio, y con una capacidad de almacenamiento limitada. Si de repente una gran variedad de publicaciones digitales pugnan por ocupar su espacio dentro de esos dispositivos, con todos sus MegaBytes de vídeos y fotos, al cabo de muy poco tiempo el usuario verá colapsado su dispositivo. Y los usuarios son conscientes de ellos y rechazan cada vez más esa invasión de su memoria sin contemplaciones.



Las publicaciones digitales han de ser ligeras, tanto en su «peso» (el espacio que ocupan en memoria) como en el uso de la CPU, pero también desde el punto de vista de la RX (Reader eXperience, Experiencia del Lector). 

Las lecturas, sobre todo en Smartphones, han de ser sintéticas, frugales, no experiencias excesivamente interactivas que acaben hastiando al usuario. En el mundo de las publicaciones digitales, se aplica más que nunca el consejo de Menos es Más.

Además, estamos observando una tendencia por parte del consumidor de productos digitales, sobre todo los pertenecientes a la franja de edad más joven, a un consumo de contenidos volátiles

Quizá el ejemplo más palpable sería el uso extendido de SnapChat, que los adolescentes están abrazando en detrimento de Whatsapp. SnapChat es un sistema de mensajería instantánea cuyo contenido multimedia se volatiliza una vez visualizado. No quedan constancias de largos chats o archivos adjuntos multimedia que también colapsan la memoria del dispositivo móvil.



Este detalle, que es ventajoso desde el punto de vista de la intimidad, también puede ser un buen planteamiento para las publicaciones digitales. Hace poco Apple anunció que reemplazará en el sistema iOS9 la aplicación Quiosco por «Apple News«, que será un agregador de noticias a partir de contenidos en bruto provistos por los medios y dispuestos de manera bonita por la propia aplicación. No más revistas de centenares de megabytes estancadas en las profundidades de la memoria de nuestro tablet. Leer, marcar, compartir si fuera preciso, y a lo siguiente, à la Twitter.

Por eso, a la hora de pensar en el diseño de una nueva publicación digital o libro electrónico, yo prefiero optar por centrar los esfuerzos en el interface y el RX. Los contenidos pueden estar basados en su mayoría en la nube (vídeos en Youtube, imágenes en Flickr, etc.) y dejar la experiencia offline en algo ligero, más basada en textos, gráficos e infografías interactivas HTML5 de tamaño ligero. 

Si combinamos esta filosofía de trabajo con actualizaciones periódicas de la publicación, podremos adaptarnos a usuarios que no verán nuestra publicación como algo engorroso, pesado y obsoleto que hace que su teléfono o tablet vayan más lentos, si no un lugar donde pasar un buen rato de vez en cuando, y dejar la puerta abierta a carruseles infinitos de imágenes para cuando dispongan de conexión a internet. Incluso se podría dejar a la elección del lector qué conjunto de imágenes desea descargar de la nube y seguir viendo por ejemplo en mitad de un vuelo transatlántico. 








El negocio de los eBooks gratis

Una de las cuestiones que aparecen invariablemente en los cursos de edición de libros electrónicos suele ser: ¿Cómo amortizo todo esto?

Y es que el mercado de los e-books adolece de muchos de los males del resto de productos digitalizados, y en concreto del Todogratuismo. En el inicio de la fiebre de las apps (2009-2010) la mayoría eran de pago (entre $1 y $5), incluso aquellas de una calidad o utilidad más que discutible. Hoy en día el panorama es distinto: con una AppStore saturada de aplicaciones de todo tipo, solo aquellas que son gratuitas y tienen un buen soporte de promoción detrás tienen una cifra de descargas significativas. 

Con los libros pasa algo similar. Aunque es un mercado segregado, una gran parte de lectores de e-book buscan el producto gratuito, o al menos tienen preferencia por él. El ritmo de descargas de un producto de pago (a partir incluso de 0,99€) es mucho menor con respecto al producto de libre acceso, gratuito.

Entonces ¿dónde está el negocio, si ya nadie piensa en pagar ni un céntimo por comprar un libro electrónico?

Pues en ofrecerlos gratis



Esto puede resultar chocante desde un planteamiento tradicional de la industria editorial, pero en la nueva economía digitalizada tiene todo el sentido. Recientemente percibo un incremento notable en las promociones de e-books gratuitos, cada vez más por parte de grandes empresas con intereses en el grueso de los consumidores, como pueden ser por ejemplo los bancos. También es una estrategia muy manida entre la miríada de expertos y gurús de nuevo cuño de los universos del Management o el Márketing Digital

¿Cuál es el objetivo y el negocio que se halla detrás? El de influir.

Del mismo modo que las marcas contratan a agencias de comunicación con el encargo de diseñar campañas “virales”, el regalar libros electrónicos busca el mismo efecto: colocar una idea en el máximo número de mentes posible. 

La particularidad del libro es que es un producto más asociado a la noción de “cultura” o “intelectualidad” que el audiovisual. Aunque esto es por supuesto una percepción, es mucho más sencillo encontrar vídeos de gatitos graciosos que libros. 
Antes del libro electrónico, si teníamos la inquietud o necesidad de aprender más sobre finanzas domésticas, podíamos acudir a algún familiar o amigo con conocimientos, contratar a un asesor (menos común) o acercarnos a la biblioteca o librería más cercana en busca de algún buen libro que pudiera formarnos sobre ello. 

Ahora, en la era digital del todogratuismo, podemos googlear a ver qué encontramos. Siempre será más cómodo que alguien nos ofrezca un libro gratis sobre ese tema que perdernos en decenas de páginas web que no están pensadas para una lectura cómoda. 

Entonces, es más probable que acabemos descargando ese e-book y por lo tanto satisfacernos con esa opción. Con ello, estaremos comprando las ideas que los autores de ese libro nos quieran transmitir, y he ahí su negocio. ¿Qué vamos a encontrar en un e-book gratuito sobre finanzas domésticas editado por un banco? ¿Y en un libro de recetas publicado por un fabricante de pasta? Pues eso. 

Además, la descarga de nuestro libro de “regalo” no será directa a través de un simple clic si no que por supuesto deberemos proporcionar nuestros datos personales, tanto de manera obvia como de forma más velada. Ya se sabe: cuando el producto es gratis es que TÚ eres el producto.

En una librería (o en varias) todavía podemos ejercer esa cierta libertad de elección que tenemos como consumidores. Al destinar nuestro dinero a la compra de un libro, podemos escoger a quién le damos nuestro crédito. Los autores y editores  de esos libros de 10, 15, 20 euros/dólares cada uno, están apostando claramente por hacer de la escritura y la edición de esos libros su medio de vida. El que además pretendan difundir sus ideas ya forma parte de su elección pero no tanto de una estrategia comercial premeditada, que más bien consistirá en crear un producto de calidad para hacerse merecedor de más compradores.

De este modo, no es de extrañar que cada vez más el mercado editorial se enfoque hacia la producción y distribución de e-books gratuitos, que consigan moldear mediante la lectura las mentes de los consumidores de tal modo que consiga “precocinarlos” de cara a la compra de otros productos todavía libres de la ola de digitalización todogratuista

En ese sentido, algunos grandes grupos editoriales han empezado a dar pasos en ese sentido, reconvirtiendo los libros en el eje sobre el cual pivoten toda una serie de productos relacionados. En el sentido contrario, las empresas que ofrecen esos productos finales crean libros electrónicos gratuitos como instrumento para atraer consumidores hacia sus productos. 

Obviamente, no se trata de una estrategia nueva. Ikea colocaba un catálogo completo en cada buzón anualmente, por ejemplo. Sin embargo, la digitalización de estas prácticas y sus indiscutibles ventajas en cuanto al tipo de contenidos, costes de distribución y medición del impacto, sí. La buena noticia es que se seguirán necesitando maquetadores de e-books, escritores, fotógrafos, infografistas, correctores, etc.

A cambio, si todos nos acostumbramos a que nos regalen libros electrónicos para que olvidemos esa costumbre arcaica de pagar por ellos, ¿dónde quedará la posibilidad de elección? ¿hacia dónde irá la disponibilidad de alternativas? ¿qué ocurrirá con el pensamiento crítico? 

Dejo estas cuestiones abiertas, para que cada quién medite una respuesta y, si lo desea, la comparta.